Seguramente Patanjali jamás imaginó que su ciencia llegaría tan lejos

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lunes, 24 de septiembre de 2012

El Opel y el samsara

Una de las ruedas traseras de mi Opel
Todo está listo para que las ruedas de mi Opel comiencen a rodar otra vez en lo que será un nuevo curso yóguico. Por supuesto, servirá para seguir diseminando por toda la región las enseñanzas de Patanjali y compañía.

La odisea continúa, el samsara sigue dando vueltas. En esta ocasión con la intención de profundizar algo más en el arte de las asanas, los mantras y las meditaciones. Parece evidente que mi ciclo samsárico particular está determinado por las revoluciones de los nuemáticos de mi coche.

Esto significa que este año recorreré alrededor de 380 kilómetros a la semana, 1520 al mes, un número ligeramente inferior al de otros años, y 13680 en total. Teniendo en cuenta la circunferencia aproximada de mis neumáticos (190 cm.) y haciendo la cuenta correspondiente, me sale que cada uno de ellos dará unos siete millones de vueltas.

A la vista de todo esto, tengo claro que mi coche se merece un descanso, aunque no sé cuándo será eso posible, y que él es el protagonista silencioso de todas mis peripecias. Si a veces creo sentirme más cerca del nirvana, es gracias al trabajo de esas llantas plateadas.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Medio humanos, medio divinos

Me he decidido a retomar este vídeo, que es un resumen del original de veinte minutos. En éste no hay música, sólo el sonido ambiente. Aquí mis palabras tienen quizá más protagonismo que las imágenes. También había que decir en qué consiste el libro.




La entrevista fue grabada en un remoto lugar del valle del Ambroz, cerca de Hervás, en la provincia de Cáceres. Fue justo hace dos años, algún día hacia el final de septiembre de 2010, justo al atardecer.

Algunos amigos han apuntado que parece que estoy un poco enfadado al hablar. Hay una razón: justo enfrente de donde estaba sentado, un paisano estaba dando gritos feroces a las vacas de una finca cercana, a las «bestias», como también se las llama por allí. Yo no quería que se colara en el sonido, y el sol ya se iba…

Al final todo se solucionó y el escenario volvió a recuperar el ambiente bucólico y campestre que tal vez puede apreciarse en las imágenes.

martes, 15 de mayo de 2012

Sutiles fronteras literarias

He visitado una nueva librería. Es grande y dispone de una especie de ágora y de múltiples pasillos en los que se ordenan los diversos géneros literarios. No he podido evitar acariciar el lomo de los volúmenes de filosofía. Tampoco he eludido a los psicólogos más representativos, ni a los escritores románticos. Mis dedos, al deslizarse entre ellos, querían cerciorarse de que estaban todos.

He abierto a Freud, a Jung y a algunos psicólogos transpersonales. La filosofía de la religión parece menos conocida. Lo oriental se escondía en una esquina exótica, lejos de la ortodoxia de nuestra civilización. Pero sus páginas encerraban verdades como puños, más grandes y más altas que todas las estanterías de esta librería juntas.

¿Cuánto tiempo hubo de pasar para que me decidiera por algún título? ¿Picoteo literario? No lo sé. Aunque los mensajes de cada texto eran dispares, siempre quise adivinar una suerte de fundamento esencial en todo lo que estaba escrito, trazas literarias para componer una visión integradora tal vez. ¿Acaso puede inventarse una nueva forma de leer?

Por fin elegí un volumen que se situaba en la frontera de lo místico y lo poético, las crónicas de ciertos filósofos independientes, nada académico. La librera, con una delicada amabilidad, me dicto unas extrañas instrucciones de uso. Nunca pensé que con los libros pudiera hacerse otra cosa que no fuera leerlos, acaso estudiarlos o meditarlos, pero parecía que al mío también se le podían dar otros usos prácticos.

La meditación, conocer la naturaleza de la mente, un espacio infinito, un cielo abierto y azul en el que de vez en cuando aparecen algunas nubes. Siempre acaban evaporándose, siempre se forma alguna tormenta. Proyectarme en el espacio, proyectarme entre las páginas de mi libro. Las sutiles imágenes que cada frase evoca. La conciencia de penetrar en el mundo del autor, perfiles de un sueño que el autor y el lector comparten. Una visión que se construye con el material de las vidas de ambos y que no le pertenece a ninguno de los dos. La literatura: memoria e imaginación.

Cuando llegué a casa me senté en mi sofá, puse sobre mi regazo el libro que había comprado, cerré los ojos y coloqué mis manos sobre la portada. Medité durante cinco minutos. Después abrí el libro al azar y leí dos párrafos. Volví a cerrarlo. Y una nueva meditación, pero esta vez nada de contar respiraciones. Me dediqué a la tarea de dar cuerpo a un mundo casi onírico, solidez a la escurridiza y volátil sustancia psíquica. No quise precisar las formas de las imágenes. Así hasta que una luz etérea pareció inundarlo todo. Y la vida de aquel mundo era en cierto modo autónoma. Cuando abrí los ojos el fuego sutil aún perduraba adherido a todas las cosas.