Seguramente Patanjali jamás imaginó que su ciencia llegaría tan lejos

sábado, 14 de abril de 2012

Consideraciones rajásicas

Tengo un amigo que no toma café. Dice que es un alimento rajásico y que sobreexcita su mente. Los manuales de Sivananda no dejan lugar a dudas. Efectivamente, el café entra dentro de esa categoría de alimentos. Comer deprisa también se considera un acto rajásico. Pero ¿quién fue el primero que hizo estas clasificaciones?

Acudo a Feuerstein. Su monumental The yoga tradition tal vez pueda arrojar alguna luz. Hay que remitirse a las gunas, las tres cualidades de la naturaleza, y a su definición. La encontramos en un texto antiguo, el Samkhya Karika. Pero ¿cómo ha de manejarse uno con ellas?

Nos fijamos en otro texto; éste, algo posterior, el Kula Arnava Tantra. Uno de sus comentarios afirma que son las gunas las que causan la ilusión de sentirnos seres independientes, separados de nuestra fuente divina. Con la iluminación la ilusión desparece y el yogui realiza el Yo supremo, también llamado nirguna (más allá de las gunas).

A lo mejor es por esto por lo que, mientras uno sea víctima de la ilusión, sólo se aconseja el término medio, o sea, sattva. Parece que nadie dice a las claras que es mejor no tomar café, o ajo, o una copa de vino de vez en cuando. ¿Practicará sexo mi amigo? No conozco cosa más excitante que el sexo, que es excitación por definición.

De nuevo a Feuerstein. La dieta. Ajá, el Gheranda Samhita, aquí está, en el capítulo quinto. Tenemos unos cuantos puntos referentes a la alimentación. Entre otras cosas, se aconseja que todo debe ser limpio y puro, y que se deben evitar los alimentos amargos, ácidos, salados, picantes y tostados, etc. Cosas curiosas: «el principiante debe evitar los viajes frecuentes, la compañía de las mujeres (¿y el sexo?) y calentarse en el fuego».

Poco más hay que decir. Definitivamente las prescripciones de este yoga no me sirven. El contexto cultural en el que se escribieron está a años luz del nuestro. Y creo que los yoguis actuales debemos saber que nuestra tradición está llena de estas cosas. Bien es cierto que también se nos dice que el sabio liberado está libre de todo tipo de restricciones alimentarias, ya que, en última instancia, y tal como afirma la Taittiriya Upanisad, «el ser liberado es el alimento y el consumidor del alimento: el Yo trascendental está siempre devorándose a sí mismo a través de los múltiples objetos del mundo fenoménico».

Cierro a Feuerstein. Conclusiones. Muchas preguntas. Quizá sea inevitable empezar con ciertas restricciones. No podemos negar que incluso nuestro yoga hunde sus raíces en la oscura noche de tapas y de todo lo que significa el ascetismo. Siempre ha habido ascetas. Y aún perduran esas reminiscencias en nuestra propia práctica. Y aún perdura la resemblanza de los ritos antiguos cada vez que encendemos una vela o un incienso.

Quizá sigamos necesitando desmarcarnos de todo lo profano, quizá continuamos necesitando rememorar el sentimiento de lo sagrado. Y quizá en esa línea divisoria comienza la renuncia, tal como afirmaba Durkheim. Tal vez nuestro tiempo sea un tiempo para superar esas brechas, el tiempo de la reconciliación entre lo sagrado y lo profano para acceder a una nueva dimensión de la espiritualidad.