Seguramente Patanjali jamás imaginó que su ciencia llegaría tan lejos

viernes, 7 de diciembre de 2012

Actos psicoliterarios: El Señor Pez en Nueva York

Me he atrevido a designarlo así. Lo psicoliterario como acto: en este caso bajo la forma de un libro arrojado a las fauces de una gran ciudad, como una botella con mensaje arrojada al mar, con la esperanza de que mágicamente alguien advierta la presencia de un Señor Pez que intenta sobrevivir en una isla yóguica desconocida.

He enviado un ejemplar de Los Discípulos a Nueva York, junto con algunos cientos de octavillas en las que puede leerse un fragmento del libro, en inglés y en español. La traducción ha corrido por mi cuenta y he contado con la ayuda de algunos amigos. Podéis leer el fragmento en inglés aquí.


El libro será donado a alguna de las bibliotecas públicas de Nueva York, posiblemente de Brooklyn, y los panfletos serán repartidos por algunos centros de yoga de la ciudad, librerías y otros lugares afines. El objetivo es que el libro también pueda ser leído allí y que las personas que se encuentren con las octavillas puedan sentir algún interés por la historia, o al menos por echar un vistazo a esta web.

Ahora que lo «spanish» y el yoga urbano están tan de moda en la ciudad de los rascacielos, tal vez los «newyorkers» puedan sentir algún interés por el exotismo yóguico de la España rural.



domingo, 11 de noviembre de 2012

Yoga, literatura, fenomenología y guruísmo: en la era del mindfulness y de la espiritualidad 3.0

Construir un puente entre el yoga y la literatura: una nueva tarea. Como si fuera poca cosa el acueducto que a veces se adivina entre ciencia y espiritualidad. Lo cierto es que ese puente siempre ha existido, aunque los hathayoguis modernos no lo transiten demasiado.

La tradición hindú es rica en obras literarias imprescindibles, pero parece que todo el mérito literario se lo concedemos a los sabios de la antigüedad o a los pocos iluminados que de vez en cuando irrumpen en escena, o a los que consideramos iluminados.

Apelamos a las tablas de las leyes yóguicas que ya están escritas. Y mientras tanto muy pocos hablan de su experiencia, de su verdadera y sincera experiencia de vida a la luz del yoga. No me refiero a lo que se debe experimentar, sino a lo que verdaderamente se experimenta. Necesitamos un lived-yoga que no preste demasiada atención a las rutas preestablecidas –ya casi petrificadas- de los fundadores.

Gurú

Pero las cosas parecen estar cambiando, aunque todavía eso que podemos llamar guruísmo tiene un gran peso en nuestra forma de concebir nuestra ciencia. Y sin embargo el hecho de seguir de forma incondicional, y a veces compulsiva, a un determinado gurú puede no ser suficiente. De hecho, nunca es suficiente.

Pronto dejaremos de referirnos a ellos como la única fuente de autoridad que pueda sancionar nuestras prácticas y posiblemente nuestros logros. Tal vez ellos mismos dejen de ser el único faro que pueda iluminarnos en nuestro viaje hacia el Atman, porque quizá muy pronto nuestra idea de lo que es el Atman cambie de forma irreversible.

Estamos entrando en la era del mindfulness y de la espiritualidad 3.0. El propio espíritu dejará de ser un lugar al que ir para convertirse en una experiencia que compartir. ¿Por qué no poner sobre la mesa los descubrimientos yóguicos personales para ver qué es lo que realmente compartimos?

Sigue pesando la práctica y el pensamiento de que la práctica es lo más importante. Eso aún delata nuestro compromiso con los cánones tradicionales. Pero aquí de lo que se trata, más que de práctica y de los pormenores de la misma, es de ver qué pasa realmente por dentro y de saber comunicarlo a los demás sinceramente.

Y así llegamos a la fenomenología. Desde luego, no vamos a tirar los mapas del espíritu tradicionales, pero quizá tendríamos que apostar por tratar de abrir nuevas rutas en el océano de la conciencia. Encabezar expediciones pioneras requiere probablemente un gran esfuerzo, pero cuando nuestras ideas de lo que es la conciencia y el espíritu se caigan por su propio peso no tendremos más remedio que hacerlo. Y entonces Los Discípulos seguirán estando ahí.

sábado, 13 de octubre de 2012

Yoga en Villavieja de Yeltes

He pensado que puede ser interesante seguir ampliando la mediateca de Los Discípulos: las imágenes como complemento del libro o al menos como una ayuda curiosa que nos sitúe en la historia.

En el vídeo pueden verse algunas de las cosas que rodean a mi clase de Villavieja: el paisaje de la comarca, el colegio en las afueras del pueblo, los campos que se ven desde el gimnasio en el que practicamos, lugares de vacas que se mueven y a veces asustan...

Tal vez haya personas en los pueblos cercanos que se animen a acompañarnos a partir de ahora: Yecla de Yeltes, Pozos de Hinojo, Bogajo, Fuenteliante, Villares de Yeltes...


viernes, 28 de septiembre de 2012

Thoreau y el testimonio


Me alegra saber que algunas obras literarias que se pueden clasificar dentro de la llamada literatura testimonial han terminado convirtiéndose en obras imprescindibles de la literatura universal, sobre todo cuando puede parecer que este tipo de narrativa es un género menor. Es el caso de Walden, de Henry David Thoreau.

Y más aun cuando, en el caso de esta obra, además de la experiencia vivida por el autor en su retiro en el bosque, lo que se pone sobre la mesa es una suerte de intuición o visión filosófica que se concreta en acto y en elección de una forma de vida a través de la cual el mundo cotidiano es transformado.

«Los hechos más sorprendentes y significativos no pueden jamás comunicarse a los demás. El verdadero fruto de mi vida cotidiana es de algún modo tan intangible e indescriptible como los colores de la mañana y del atardecer. Lo que se capta tiene algo de fulgor estelar, de fragmento de arco iris que he podido aferrar al paso».

Los Discípulos manifiestan muchas de estas cosas, o cuando menos están en concordancia con ellas. Cada anécdota y cada experiencia vivida tienen, como dice Thoreau, cierto fulgor estelar, cierta luminosidad incomunicable, vienen envueltas en «nubes de gloria», tal como diría Wordsworth. La originalidad y autenticidad de cada momento señalan la irrupción inesperada de lo numinoso.

lunes, 24 de septiembre de 2012

El Opel y el samsara

Una de las ruedas traseras de mi Opel
Todo está listo para que las ruedas de mi Opel comiencen a rodar otra vez en lo que será un nuevo curso yóguico. Por supuesto, servirá para seguir diseminando por toda la región las enseñanzas de Patanjali y compañía.

La odisea continúa, el samsara sigue dando vueltas. En esta ocasión con la intención de profundizar algo más en el arte de las asanas, los mantras y las meditaciones. Parece evidente que mi ciclo samsárico particular está determinado por las revoluciones de los nuemáticos de mi coche.

Esto significa que este año recorreré alrededor de 380 kilómetros a la semana, 1520 al mes, un número ligeramente inferior al de otros años, y 13680 en total. Teniendo en cuenta la circunferencia aproximada de mis neumáticos (190 cm.) y haciendo la cuenta correspondiente, me sale que cada uno de ellos dará unos siete millones de vueltas.

A la vista de todo esto, tengo claro que mi coche se merece un descanso, aunque no sé cuándo será eso posible, y que él es el protagonista silencioso de todas mis peripecias. Si a veces creo sentirme más cerca del nirvana, es gracias al trabajo de esas llantas plateadas.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Medio humanos, medio divinos

Me he decidido a retomar este vídeo, que es un resumen del original de veinte minutos. En éste no hay música, sólo el sonido ambiente. Aquí mis palabras tienen quizá más protagonismo que las imágenes. También había que decir en qué consiste el libro.




La entrevista fue grabada en un remoto lugar del valle del Ambroz, cerca de Hervás, en la provincia de Cáceres. Fue justo hace dos años, algún día hacia el final de septiembre de 2010, justo al atardecer.

Algunos amigos han apuntado que parece que estoy un poco enfadado al hablar. Hay una razón: justo enfrente de donde estaba sentado, un paisano estaba dando gritos feroces a las vacas de una finca cercana, a las «bestias», como también se las llama por allí. Yo no quería que se colara en el sonido, y el sol ya se iba…

Al final todo se solucionó y el escenario volvió a recuperar el ambiente bucólico y campestre que tal vez puede apreciarse en las imágenes.

martes, 28 de agosto de 2012

Yoga de color farinato

La siguiente es una entrevista que concedí hace unos meses a la revista Plaza Pública de Nuevo Naharros, una pequeña localidad cercana a Salamanca en la que imparto clases de yoga desde hace un par de años. Ha sido publicada en el número 11 de dicha revista. La reproduzco aquí en su totalidad.

¿Qué podrías decirnos del yoga? ¿Cuáles son sus elementos distintivos? Si tuviera un color o un sabor, ¿cuál sería?
Si alguien nos preguntara cuál es el color de los grandes sabios hindúes o el color del yoga, diríamos fácilmente que el naranja o el blanco. Colores vivos, y ahora más que nunca, al igual que la ciencia del yoga, que ya es una cosa común en Occidente, incluso en provincias como la nuestra. El medio rural no es ajeno a la expansión de esta práctica india.
Las asanas (posturas del yoga) se han hecho un hueco dentro de las tradiciones locales de los pueblos. Todo encaja. Como bien dijo mi amiga Belén Santana con motivo de la presentación de mi último libro, hace un par de meses, el yoga es compatible con el farinato.

¿Es una ciencia del cuerpo, de la mente, o de ambos?
Casi todo el mundo sabe qué es lo que implica practicar esta doctrina. Los beneficios para la salud son un hecho. Está casi todo dicho, pero uno puede consultar cualquier libro sobre el tema en cualquier biblioteca para darse cuenta de que es así. Con la práctica uno reconoce una nueva realidad corporal y participa de ella, el cuerpo cambia y se renueva. Pero la cosa no se queda en lo puramente físico. El yoga también es una ciencia de la mente, un método y una disciplina que puede ayudarnos a conocer su naturaleza. En una ocasión un alumno me preguntó: «¿Qué puedo hacer para parar mi mente?». Le dije que no podía hacer nada, ya que la naturaleza de la mente es precisamente moverse.
En ocasiones a mis alumnos les pregunto dónde está la mente. Pero no me refiero con ello a que me digan qué están pensando, sino literalmente dónde está la mente, en qué lugar. «¿Está la mente en la cabeza?». Obviamente no. Si abriera la cabeza de todos mis alumnos sólo me encontraría con un puñado de sesos grises. Por tanto, éste es un gran descubrimiento: la mente no está en la cabeza ni en ningún otro lugar del mundo físico. No puedo ver los pensamientos de las demás personas o localizarlos en algún lugar del espacio. Tenemos que estudiar la naturaleza de este espacio mental, y eso se consigue a través del yoga.

¿Tiene que ver con la espiritualidad?
Siempre me gusta insistir en que el yoga no es sólo una disciplina física, no es sólo una especie de gimnasia, también es una disciplina que se ocupa de nuestra dimensión mental y de nuestra dimensión espiritual, si queremos decirlo así, independientemente de lo que entendamos por espiritual. Porque, desde el punto de vista de la tradición hindú, el ser humano consta de varios niveles: cuerpo, mente, alma, espíritu. Las posturas de yoga, al fin y al cabo, son la parte más visible de todo el asunto. Y es que la mente –y con ella nuestra visión del mundo y de las cosas– también cambia con la práctica.

¿Quién puede practicarlo?
Uno puede empezar desde donde se encuentre, desde el nivel en el que esté, y después ir profundizando. El menú yóguico siempre es variado y uno puede tomar lo que más le atraiga de él. No hay dogmas, rigideces ni métodos invariables. Flexibilidad y sutileza, éstas quizá sean dos de las cualidades más importantes de esta tradición.
La constancia es importante. Sin ella es casi imposible percibir algún avance. Con esa predisposición y con algo de voluntad por nuestra parte podemos ir prosperando en nuestra andadura yóguica. Unos descubrimientos nos conducen a otros. Profundizamos en las dimensiones sutiles de nuestra naturaleza. Invertimos en el conocimiento de nosotros mismos. A través de nuestra práctica sembramos hoy las semillas de un mañana en el que la plenitud y la salud puedan ser nuestras señas de identidad. Esculpimos en nuestro carácter ciertas trazas de sabiduría. Y, por supuesto, no somos ajenos al mundo. Los estereotipos yóguicos deben empezar a caerse por su propio peso. No estamos todo el día meditando, sentados en el suelo recitando el mantra om.

¿Qué se pretende conseguir con el yoga?
Mi yoga pretende ser un yoga activo, un yoga que se implique en lo social y que no le de la espalda a la realidad en la que vivimos. Aunque creo que esto está aún por inventarse. Todavía no sabemos cómo la difusión de la práctica de nuestra ciencia va a modificar la faz de nuestro mundo y de nuestras costumbres. Aún es pronto. Pero quizá el talante de las personas que lo practican comienza a sobresalir por encima de la media. «Sirve, ama, da, purifica, medita, realízate». Éstas son algunas de las prescripciones de Sivananda, uno de los sabios que difundió el yoga con más brío durante el siglo pasado. Realizarnos, hacer real lo que somos. Ésa es una buena meta que nos podemos imponer. Aquí Oriente y Occidente se dan la mano, porque la llamada psicología transpersonal –una ciencia exclusivamente occidental– también apuesta por eso. Llegar a ser lo que somos. Ésta puede ser la culminación de nuestras aspiraciones yóguicas, una llama y un fuego que quizá nos convenga mantener encendido en algún lugar de nuestro interior, especialmente en estos tiempos de crisis. Si el fuego se mantiene activo, el calor está asegurado.

¿Ha sido el yoga bien acogido en nuestra provincia?
Merecemos tenerlo entre nosotros, merecemos que el yoga llegue a los confines de nuestra provincia. Ahí está su última frontera, el último bastión conquistado por la ciencia de Patanjali (uno de los sabios del yoga). Todos podemos contribuir a ese hecho, porque todos, alumnos y profesores, somos discípulos de Matsyendra, el legendario señor de los peces, de quien procede esta tradición. Él estaría sorprendido del alcance que ha tenido su saber entre nosotros, pero a la vez orgulloso porque hemos sido capaces de poner sobre la mesa y de hacer llegar a todo el mundo las bondades de sus métodos.
De esto da cuenta Los Discípulos del Señor Pez, relato en el que se dibuja y se refleja la trayectoria que podría recorrer cualquier yogui occidental, cualquier persona que se ve empujada a la práctica por un anhelo de conocimiento que no encuentra en ninguna otra parte. Como ya he dicho en muchas ocasiones, hay muchos manuales de yoga, algunos imprescindibles si lo que deseamos es iniciarnos en él con cierto fundamento y con ciertas garantías. Por eso decidí escribir una historia diferente, porque creo que necesitamos que los expertos nos hablen en primera persona y nos cuenten sus experiencias. ¿Cuáles son sus motivos para practicar, sus dificultades, sus miedos, sus dudas, sus descubrimientos? ¿Qué es lo que uno consigue con la práctica? ¿Cómo es la vida de un yogui? En cierto sentido necesitamos bajar a los yoguis del pedestal al que los hemos subido, porque creo que al fin y al cabo no son más que personas comunes y corrientes que empezaron desde donde todos hemos empezado. Por eso el Señor Pez puede ser una buena inspiración para todo el mundo.


Yoga y literatura, una interesante mezcla, ¿no es así?
Sí, me parece interesante que ambas se den la mano. La tradición literaria antigua tiene un peso importante en la cosmovisión hindú. En cambio parece haberlo perdido en tiempos recientes. No se tienen en cuenta estos factores literarios o artísticos en el yoga que se practica hoy. Creo que esto principalmente ocurre porque el yoga no es una ciencia que se lea. El yoga se practica, pero no se lee. Sin embargo, me ha parecido importante rescatar este aspecto. La lectura también puede ser una práctica yóguica y, como toda práctica, también puede contribuir a transformar nuestra mente. Con la buena literatura el enriquecimiento está asegurado. Así pues, ejercicio físico, relajación, respiración, meditación y también lectura. En este caso creo que las aventuras del Señor Pez están bien para empezar.

viernes, 24 de agosto de 2012

El libro en pdf

Ya está aquí. Comprar el libro no puede ser más fácil, ni más barato. La idea es muy simple: a cambio de 3 euros te envío el libro personalmente vía e-mail en menos de 48 horas.

Comprar a través de PayPal es tremendamente fácil y seguro. No hace falta tener una cuenta en Paypal, puedes utilizar una simple tarjeta de crédito. De esta manera el libro podrá llegar a cualquier punto del planeta con un simple click.

En cualquier caso, sigo apostando fuertemente por el libro tradicional, en papel, y por la difusión del mismo localmente. La idea del pdf ha surgido debido a la imposibilidad de llegar a todo el mundo y como una forma de tantear un posible mercado virtual.

La edición en pdf es prácticamente idéntica a la segunda edición en papel. He conservado la portada y la contraportada, y he hecho algunas correcciones y otros cambios sutiles que no afectan a la narración original.

Así pues, espero que os animéis a comprar el libro y que lo disfrutéis también en vuestros soportes digitales.

                                        

viernes, 27 de julio de 2012

Palabras para Los Discípulos


Por fin ya está aquí el nuevo vídeo sobre el libro. Desde aquí quiero daros las gracias a todos los que intervenís en él: Adela Navarro, Almudena Ovejero, Ana Santa Cruz, Ángel Pérez, Carlos Hernández, Elena Escribano, Elva González, Guadalupe Lorenzo, Isabel Garrido, Lola Hernández, Mª José Sánchez Lucas, Mª José Sánchez Pérez, Manuel de la Cruz, Mar Prieto, José Francisco Martínez, Pilar Hernández, Pilar Cifuentes y Sonia Bartol. Como podréis comprobar, he tenido que recortar vuestras intervenciones. Quería, ante todo, emitir un mensaje corto y directo, y que el vídeo no durara más de cuatro minutos.

También quiero daros las gracias a todos los que me habéis ayudado con los subtítulos en inglés, especialmente a Elva. No domino este idioma a la perfección, pero creo que a grandes rasgos la traducción es buena y refleja las palabras originales.

La música de fondo es mía. He querido ser fiel al espíritu artesanal que alienta a todo este trabajo desde el principio. No ha quedado mal a pesar de que estas notas fueron las primeras que salieron del primer piano frente al que me he sentado. Gracias a Carmen Paino por cedérmelo por unos minutos. Resulta un tanto minimalista, hasta zen diría yo.


A pesar de que la calidad de las imágenes no es del todo buena, creo que puede ser una interesante carta de presentación para el libro, por el cual sigo apostando con fuerza. Espero por tanto que, si no lo habéis hecho ya, os animéis a comprarlo y a leerlo. Y dentro de poco será más fácil; pronto estará disponible una versión en pdf que podréis adquirir online.

Mientras tanto, espero que disfrutéis de la música, de las palabras y también de los silencios.

martes, 17 de julio de 2012

¿Puede un yogui de barrio decir algo realmente importante?


Hay algunos centros de yoga que están de moda, que tienen cierto renombre, que son frecuentados por numerosos adeptos, que parecen estar a la última en la ciencia de Patanjali. Hace poco visité uno de ellos, con mi libro debajo del brazo, para dejar allí algunos marcapáginas e información sobre mi pequeño y provinciano animal literario.

Y ciertamente uno puede sentirse muy poca cosa entre tantos panfletos, entre toda la información detallada de cursos, programas, clases, yoga de verano… Cuando les hablé de mi libro dijeron: «Mira que majo», como queriendo añadir: «A pesar de lo poco que sabrá de todo esto, se atreve a escribir un libro y a presentarse con él aquí, ofreciéndonoslo a nosotros poniéndolo delante de nuestras narices».

Aunque tal vez todo son interpretaciones mías. Lo que está claro es que las anotaciones al margen venden poco. Todo el mundo quiere oír hablar de lo magnífico que es el yoga, que lo es, uno se queda obnubilado con las andanzas de tal o cual maestro, nos impresionan las historias de algunos buscadores espirituales que terminaron bebiendo de miles de gurús…

El arquetipo del buscador. Para el curriculum está bien. No abundan tanto los que han terminado encontrando cosas valiosas, y menos aún los que han sabido crearse su propia vida espiritual, sin buscar y sin encontrar. Porque el que uno busque mucho no quiere decir que uno encuentre algo. Aquí, como en muchos otros casos, puede ser que menos sea más.

Y eso es lo que son Los Discípulos, no son ni buscadores ni encontradores. Su espiritualidad está mucho más allá o mucho más acá de todo eso. Sí, hay al menos una cosa que un yogui provinciano puede aportar, algo por cierto que no puede comprarse ni venderse. Y es su propia creatividad espiritual, que desde luego no está reñida con la sabiduría.

El ruido yóguico es abundante. La sabiduría, en cambio y como casi siempre, solamente puede encontrarse entre bastidores. A veces lo verdaderamente transformador nos pasa desapercibido. ¿Y por qué? Probablemente porque sólo se necesitan cosas simples, miradas inocentes y originarias, ojos que puedan descubrir la simplicidad esencial que se esconde detrás de todos los aderezos.

Nuestra atención yóguica necesita ser una atención flotante, una mirada que no sólo se fije en las evidencias de la práctica o en las rutinas preestablecidas, sino también en todo lo que las rodea, en la vida misma, una actitud que es más un centramiento que una concentración. Y eso es una apertura que probablemente nos aleja, sí, de todos los marcos yóguicos tradicionales. Tal vez así podamos encontrarnos con una sabiduría insospechada. 

martes, 26 de junio de 2012

Yoguis que leen, escritores que practican yoga


Ni lo uno ni lo otro. Eso es lo que pienso a la hora de hacer balance tras la gira primaveral de presentaciones. Es el momento de sacar conclusiones, de planificar los próximos pasos a dar, de diseñar nuevas estrategias para difundir este trabajo. No soy vendedor ni experto en marketing, pero me he propuesto ser un escritor (y yogui) activo.

Veamos. Éstas son las impresiones más importantes que he tenido tras tomar el pulso –de una forma muy modesta, claro está– a los mercados yóguico y literario:

Siguen valiendo las recomendaciones de terceros, sobre todo si estos terceros son figuras de autoridad que recomienden el libro.

En las librerías es más difícil, simplemente porque en ellas no es visible. A veces es mejor intentarlo en otros establecimientos. Exagerando un poco, hasta las carnicerías podrían valer.

Creo que el libro se sitúa en una frontera difícil y poco transitada, entre lo yóguico y lo literario. Y eso puede ser un hándicap, pero también un valor añadido.

En los círculos yóguicos no se valora suficientemente lo literario en sí, sigue valiendo más una tonelada de práctica… Ocurre lo mismo pero a la inversa en los círculos literarios, en los que la disciplina del yoga es un asunto desconocido. Por supuesto, estoy generalizando.

Creo que si el libro encontrara los canales adecuados de difusión podría tener éxito. Desde luego, existen muchas formas de definir el éxito. Para mí ya lo ha tenido, pero aquí hablo de vender ejemplares. En este punto, el éxito consistiría en lograr unas ventas que reportaran unas ganancias que pudieran corresponderse de forma racional con el trabajo realizado. Cosa difícil, porque parece que el éxito es una cosa bastante irracional, o todo o nada.

Los mejores canales quizá sean las entidades, escuelas, librerías o centros híbridos, lugares y personas que muestren un interés sensible en lo novedoso, en lo creativo, que estén abiertos a diferentes tendencias artísticas, culturales, expresivas, etc.

Es muy posible que el verano dé lugar a más reflexiones. Lo interesante es que todas estas cosas son el caldo de cultivo para otras muchas ideas. Algunas de ellas ya están en marcha. Veremos.

martes, 15 de mayo de 2012

Sutiles fronteras literarias

He visitado una nueva librería. Es grande y dispone de una especie de ágora y de múltiples pasillos en los que se ordenan los diversos géneros literarios. No he podido evitar acariciar el lomo de los volúmenes de filosofía. Tampoco he eludido a los psicólogos más representativos, ni a los escritores románticos. Mis dedos, al deslizarse entre ellos, querían cerciorarse de que estaban todos.

He abierto a Freud, a Jung y a algunos psicólogos transpersonales. La filosofía de la religión parece menos conocida. Lo oriental se escondía en una esquina exótica, lejos de la ortodoxia de nuestra civilización. Pero sus páginas encerraban verdades como puños, más grandes y más altas que todas las estanterías de esta librería juntas.

¿Cuánto tiempo hubo de pasar para que me decidiera por algún título? ¿Picoteo literario? No lo sé. Aunque los mensajes de cada texto eran dispares, siempre quise adivinar una suerte de fundamento esencial en todo lo que estaba escrito, trazas literarias para componer una visión integradora tal vez. ¿Acaso puede inventarse una nueva forma de leer?

Por fin elegí un volumen que se situaba en la frontera de lo místico y lo poético, las crónicas de ciertos filósofos independientes, nada académico. La librera, con una delicada amabilidad, me dicto unas extrañas instrucciones de uso. Nunca pensé que con los libros pudiera hacerse otra cosa que no fuera leerlos, acaso estudiarlos o meditarlos, pero parecía que al mío también se le podían dar otros usos prácticos.

La meditación, conocer la naturaleza de la mente, un espacio infinito, un cielo abierto y azul en el que de vez en cuando aparecen algunas nubes. Siempre acaban evaporándose, siempre se forma alguna tormenta. Proyectarme en el espacio, proyectarme entre las páginas de mi libro. Las sutiles imágenes que cada frase evoca. La conciencia de penetrar en el mundo del autor, perfiles de un sueño que el autor y el lector comparten. Una visión que se construye con el material de las vidas de ambos y que no le pertenece a ninguno de los dos. La literatura: memoria e imaginación.

Cuando llegué a casa me senté en mi sofá, puse sobre mi regazo el libro que había comprado, cerré los ojos y coloqué mis manos sobre la portada. Medité durante cinco minutos. Después abrí el libro al azar y leí dos párrafos. Volví a cerrarlo. Y una nueva meditación, pero esta vez nada de contar respiraciones. Me dediqué a la tarea de dar cuerpo a un mundo casi onírico, solidez a la escurridiza y volátil sustancia psíquica. No quise precisar las formas de las imágenes. Así hasta que una luz etérea pareció inundarlo todo. Y la vida de aquel mundo era en cierto modo autónoma. Cuando abrí los ojos el fuego sutil aún perduraba adherido a todas las cosas.

sábado, 14 de abril de 2012

Consideraciones rajásicas

Tengo un amigo que no toma café. Dice que es un alimento rajásico y que sobreexcita su mente. Los manuales de Sivananda no dejan lugar a dudas. Efectivamente, el café entra dentro de esa categoría de alimentos. Comer deprisa también se considera un acto rajásico. Pero ¿quién fue el primero que hizo estas clasificaciones?

Acudo a Feuerstein. Su monumental The yoga tradition tal vez pueda arrojar alguna luz. Hay que remitirse a las gunas, las tres cualidades de la naturaleza, y a su definición. La encontramos en un texto antiguo, el Samkhya Karika. Pero ¿cómo ha de manejarse uno con ellas?

Nos fijamos en otro texto; éste, algo posterior, el Kula Arnava Tantra. Uno de sus comentarios afirma que son las gunas las que causan la ilusión de sentirnos seres independientes, separados de nuestra fuente divina. Con la iluminación la ilusión desparece y el yogui realiza el Yo supremo, también llamado nirguna (más allá de las gunas).

A lo mejor es por esto por lo que, mientras uno sea víctima de la ilusión, sólo se aconseja el término medio, o sea, sattva. Parece que nadie dice a las claras que es mejor no tomar café, o ajo, o una copa de vino de vez en cuando. ¿Practicará sexo mi amigo? No conozco cosa más excitante que el sexo, que es excitación por definición.

De nuevo a Feuerstein. La dieta. Ajá, el Gheranda Samhita, aquí está, en el capítulo quinto. Tenemos unos cuantos puntos referentes a la alimentación. Entre otras cosas, se aconseja que todo debe ser limpio y puro, y que se deben evitar los alimentos amargos, ácidos, salados, picantes y tostados, etc. Cosas curiosas: «el principiante debe evitar los viajes frecuentes, la compañía de las mujeres (¿y el sexo?) y calentarse en el fuego».

Poco más hay que decir. Definitivamente las prescripciones de este yoga no me sirven. El contexto cultural en el que se escribieron está a años luz del nuestro. Y creo que los yoguis actuales debemos saber que nuestra tradición está llena de estas cosas. Bien es cierto que también se nos dice que el sabio liberado está libre de todo tipo de restricciones alimentarias, ya que, en última instancia, y tal como afirma la Taittiriya Upanisad, «el ser liberado es el alimento y el consumidor del alimento: el Yo trascendental está siempre devorándose a sí mismo a través de los múltiples objetos del mundo fenoménico».

Cierro a Feuerstein. Conclusiones. Muchas preguntas. Quizá sea inevitable empezar con ciertas restricciones. No podemos negar que incluso nuestro yoga hunde sus raíces en la oscura noche de tapas y de todo lo que significa el ascetismo. Siempre ha habido ascetas. Y aún perduran esas reminiscencias en nuestra propia práctica. Y aún perdura la resemblanza de los ritos antiguos cada vez que encendemos una vela o un incienso.

Quizá sigamos necesitando desmarcarnos de todo lo profano, quizá continuamos necesitando rememorar el sentimiento de lo sagrado. Y quizá en esa línea divisoria comienza la renuncia, tal como afirmaba Durkheim. Tal vez nuestro tiempo sea un tiempo para superar esas brechas, el tiempo de la reconciliación entre lo sagrado y lo profano para acceder a una nueva dimensión de la espiritualidad.

martes, 13 de marzo de 2012

Yoga literal vs yoga imaginario

Desliteralizar el yoga. ¿Qué significa esto? Porque esa parece ser la dirección hacia la que apuntan Los Discípulos. Para empezar, no tomar las cosas al pie de la letra de los textos y tratados clásicos del hatha yoga y de la tradición hindú. Tampoco al pie de las asanas o de todo lo que se pueda decir de ellas.

Especifiquemos, aunque no sea fácil. Están los referentes, los grandes maestros y sabios, Sivananda, Yogananda, Vivekananda…, las autoridades a las que apelamos, porque siempre hay un criterio de autoridad que buscamos a la hora de emprender tal o cual práctica o estudio de una u otra tradición, algo necesario por otra parte.

Pero aquí se trata de dar un pequeño giro o, cuando menos, de mantener abierta una doble vía o visión. Los Discípulos se adhieren a un criterio de autoridad que se fundamenta, se construye y crece desde la imaginación y desde la creatividad. Y eso puede enriquecer nuestro entendimiento del yoga y nuestra propia práctica.

No renuncian a las descripciones e ideas conocidas. Sarvangasana, pongamos por caso, es lo que es tal como se nos ha contado, pero también puede ser vista utilizando esta otra alternativa, que también es metafórica: un árbol invertido cuyas raíces (los pies) se abren al firmamento tratando de atraer las potencias cósmicas, el sexo se ventila mientras muladhara recibe un soplo sutil de aire fresco.

Creo que esta doble visión es legítima y necesaria, en particular si queremos que los caminos yóguicos tradicionales no acaben definiéndonos demasiado. No se trata tanto de transitar por un camino prefijado según dictan los cánones como de poner el yoga al servicio de nuestra trayectoria espiritual personal.
   
Uno mismo es el camino, el caminante y la meta. La práctica yóguica no sólo es una tecnología para la transformación de la conciencia, también es un arte y, por tanto, una cultura, pero un arte maleable, cambiante, vivo, que desborda los moldes clásicos a golpe de imaginación. El yogui es el yogui y sus circunstancias, esto es, su vida. Los Discípulos, antes que yoguis, son seres humanos que viven, que aman, que practican sexo, que se hacen preguntas, que dudan, que temen. En definitiva, son seres humanos comunes y corrientes que no renuncian a esas cosas.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Segunda edición


Cinco meses de trabajo. Eso es lo que ha supuesto llevar adelante esta segunda edición. Creo que nunca me he batido tanto el cobre por un texto como ahora.

Hay mejoras, indudablemente. Cambios significativos en la portada, sin que ésta haya perdido la personalidad que tenía. Los elementos distintivos son más o menos los mismos, aunque a Matsy (el pez) le han salido aletas y se ha dado la vuelta, y parte de mi paschimottanasana está dentro del agua.

Dentro, dos secciones nuevas: menciones de otros o comentarios sobre libro (en webs, blogs, comunicaciones personales, e-mails…), y micro-yoga (o anecdotario breve). A este respecto, seguiré incluyendo, en futuras ediciones, las reseñas que se sigan haciendo. Las anécdotas (recién salidas de las esterillas) pueden ser entendidas como microrrelatos (de tres líneas).

Todo está listo. La presentación de esta nueva edición será el día 23 de febrero en el C.M.I. Julián Sánchez “El Charro” (junto al Corte Inglés) a las 6 de la tarde. Pero ahora hay que esperar a que las máquinas de la imprenta hagan su trabajo para que el yoga y la literatura se den la mano una vez más.

sábado, 7 de enero de 2012

Ir a la India

Una de mis asignaturas pendientes. Lo reconozco. Aunque no creo que sea imprescindible para poder ofrecer clases de yoga de calidad. Y es que la ciencia de Patanjali ya es una disciplina universal que crece y se innova a lo largo y ancho del planeta.

De la misma forma que no necesitamos viajar a Italia para conducir un Fiat, tampoco necesitamos atravesar el Indo para hablar de chakras o de kundalini, o para enseñar las variantes de una u otra postura. Las asanas, al igual que los coches y la mayor parte de las cosas, han terminado comercializándose.

El yoga como producto espiritual. Sin embargo, es posible que aún haya cosas que no puedan comprarse ni venderse, como, por ejemplo, el encontronazo emocional y existencial que probablemente uno puede recibir al aterrizar en Bombay o Delhi, seguramente no muy diferente al que puede experimentarse en otros puntos del planeta, como Chiapas, pongamos por caso.

Porque la ruptura de nuestros esquemas preestablecidos posiblemente puede producirse dentro de cualquier contexto sociocultural que sea completamente diferente a aquel en el que nos movemos a diario. Y eso es algo que ocurre en la India, pero también en México y en muchos otros lugares.

¿Encontronazo emocional o acceso a un mayor nivel de conciencia? ¿O quizá ambas cosas? ¿Qué es lo que buscamos realmente? Decididamente no creo que los niveles de conciencia dependan de los puntos cardinales. Oriente no es más espiritual que Occidente. Aunque lo parezca, el olor a santidad no es más intenso en la ribera del Ganges que en los Arribes del Duero.

Pero algo sigue tirando de nosotros desde el subcontinente indio, algo indefinible que creemos que puede ayudarnos a acceder a la vida espiritual que buscamos. Pero debemos definir y perfilar en qué consiste esa vida espiritual, porque el mundo es mundo de uno a otro confín. El mismo mundo y la misma vida. Quizá todo depende de la sutileza de nuestra mirada, de la profundidad de los ojos del vidente, que es al fin y al cabo quien contempla todas las cosas.