Ayer, a lo largo de mi yoga errante, también encontré cuatro
señales, marcas de la temporalidad de todas las cosas: ranúnculos en las
charcas (indicio de la incipiente primavera), cuarto creciente de luna en el
cenit y un zorro muerto en la carretera.
Al ver la
cuarta señal: las estrellas en el cielo (también temporales a pesar de parecer
eternas), entendí que la hora de volver a casa había llegado.