Seguramente Patanjali jamás imaginó que su ciencia llegaría tan lejos

viernes, 28 de septiembre de 2012

Thoreau y el testimonio


Me alegra saber que algunas obras literarias que se pueden clasificar dentro de la llamada literatura testimonial han terminado convirtiéndose en obras imprescindibles de la literatura universal, sobre todo cuando puede parecer que este tipo de narrativa es un género menor. Es el caso de Walden, de Henry David Thoreau.

Y más aun cuando, en el caso de esta obra, además de la experiencia vivida por el autor en su retiro en el bosque, lo que se pone sobre la mesa es una suerte de intuición o visión filosófica que se concreta en acto y en elección de una forma de vida a través de la cual el mundo cotidiano es transformado.

«Los hechos más sorprendentes y significativos no pueden jamás comunicarse a los demás. El verdadero fruto de mi vida cotidiana es de algún modo tan intangible e indescriptible como los colores de la mañana y del atardecer. Lo que se capta tiene algo de fulgor estelar, de fragmento de arco iris que he podido aferrar al paso».

Los Discípulos manifiestan muchas de estas cosas, o cuando menos están en concordancia con ellas. Cada anécdota y cada experiencia vivida tienen, como dice Thoreau, cierto fulgor estelar, cierta luminosidad incomunicable, vienen envueltas en «nubes de gloria», tal como diría Wordsworth. La originalidad y autenticidad de cada momento señalan la irrupción inesperada de lo numinoso.

lunes, 24 de septiembre de 2012

El Opel y el samsara

Una de las ruedas traseras de mi Opel
Todo está listo para que las ruedas de mi Opel comiencen a rodar otra vez en lo que será un nuevo curso yóguico. Por supuesto, servirá para seguir diseminando por toda la región las enseñanzas de Patanjali y compañía.

La odisea continúa, el samsara sigue dando vueltas. En esta ocasión con la intención de profundizar algo más en el arte de las asanas, los mantras y las meditaciones. Parece evidente que mi ciclo samsárico particular está determinado por las revoluciones de los nuemáticos de mi coche.

Esto significa que este año recorreré alrededor de 380 kilómetros a la semana, 1520 al mes, un número ligeramente inferior al de otros años, y 13680 en total. Teniendo en cuenta la circunferencia aproximada de mis neumáticos (190 cm.) y haciendo la cuenta correspondiente, me sale que cada uno de ellos dará unos siete millones de vueltas.

A la vista de todo esto, tengo claro que mi coche se merece un descanso, aunque no sé cuándo será eso posible, y que él es el protagonista silencioso de todas mis peripecias. Si a veces creo sentirme más cerca del nirvana, es gracias al trabajo de esas llantas plateadas.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Medio humanos, medio divinos

Me he decidido a retomar este vídeo, que es un resumen del original de veinte minutos. En éste no hay música, sólo el sonido ambiente. Aquí mis palabras tienen quizá más protagonismo que las imágenes. También había que decir en qué consiste el libro.




La entrevista fue grabada en un remoto lugar del valle del Ambroz, cerca de Hervás, en la provincia de Cáceres. Fue justo hace dos años, algún día hacia el final de septiembre de 2010, justo al atardecer.

Algunos amigos han apuntado que parece que estoy un poco enfadado al hablar. Hay una razón: justo enfrente de donde estaba sentado, un paisano estaba dando gritos feroces a las vacas de una finca cercana, a las «bestias», como también se las llama por allí. Yo no quería que se colara en el sonido, y el sol ya se iba…

Al final todo se solucionó y el escenario volvió a recuperar el ambiente bucólico y campestre que tal vez puede apreciarse en las imágenes.

martes, 28 de agosto de 2012

Yoga de color farinato

La siguiente es una entrevista que concedí hace unos meses a la revista Plaza Pública de Nuevo Naharros, una pequeña localidad cercana a Salamanca en la que imparto clases de yoga desde hace un par de años. Ha sido publicada en el número 11 de dicha revista. La reproduzco aquí en su totalidad.

¿Qué podrías decirnos del yoga? ¿Cuáles son sus elementos distintivos? Si tuviera un color o un sabor, ¿cuál sería?
Si alguien nos preguntara cuál es el color de los grandes sabios hindúes o el color del yoga, diríamos fácilmente que el naranja o el blanco. Colores vivos, y ahora más que nunca, al igual que la ciencia del yoga, que ya es una cosa común en Occidente, incluso en provincias como la nuestra. El medio rural no es ajeno a la expansión de esta práctica india.
Las asanas (posturas del yoga) se han hecho un hueco dentro de las tradiciones locales de los pueblos. Todo encaja. Como bien dijo mi amiga Belén Santana con motivo de la presentación de mi último libro, hace un par de meses, el yoga es compatible con el farinato.

¿Es una ciencia del cuerpo, de la mente, o de ambos?
Casi todo el mundo sabe qué es lo que implica practicar esta doctrina. Los beneficios para la salud son un hecho. Está casi todo dicho, pero uno puede consultar cualquier libro sobre el tema en cualquier biblioteca para darse cuenta de que es así. Con la práctica uno reconoce una nueva realidad corporal y participa de ella, el cuerpo cambia y se renueva. Pero la cosa no se queda en lo puramente físico. El yoga también es una ciencia de la mente, un método y una disciplina que puede ayudarnos a conocer su naturaleza. En una ocasión un alumno me preguntó: «¿Qué puedo hacer para parar mi mente?». Le dije que no podía hacer nada, ya que la naturaleza de la mente es precisamente moverse.
En ocasiones a mis alumnos les pregunto dónde está la mente. Pero no me refiero con ello a que me digan qué están pensando, sino literalmente dónde está la mente, en qué lugar. «¿Está la mente en la cabeza?». Obviamente no. Si abriera la cabeza de todos mis alumnos sólo me encontraría con un puñado de sesos grises. Por tanto, éste es un gran descubrimiento: la mente no está en la cabeza ni en ningún otro lugar del mundo físico. No puedo ver los pensamientos de las demás personas o localizarlos en algún lugar del espacio. Tenemos que estudiar la naturaleza de este espacio mental, y eso se consigue a través del yoga.

¿Tiene que ver con la espiritualidad?
Siempre me gusta insistir en que el yoga no es sólo una disciplina física, no es sólo una especie de gimnasia, también es una disciplina que se ocupa de nuestra dimensión mental y de nuestra dimensión espiritual, si queremos decirlo así, independientemente de lo que entendamos por espiritual. Porque, desde el punto de vista de la tradición hindú, el ser humano consta de varios niveles: cuerpo, mente, alma, espíritu. Las posturas de yoga, al fin y al cabo, son la parte más visible de todo el asunto. Y es que la mente –y con ella nuestra visión del mundo y de las cosas– también cambia con la práctica.

¿Quién puede practicarlo?
Uno puede empezar desde donde se encuentre, desde el nivel en el que esté, y después ir profundizando. El menú yóguico siempre es variado y uno puede tomar lo que más le atraiga de él. No hay dogmas, rigideces ni métodos invariables. Flexibilidad y sutileza, éstas quizá sean dos de las cualidades más importantes de esta tradición.
La constancia es importante. Sin ella es casi imposible percibir algún avance. Con esa predisposición y con algo de voluntad por nuestra parte podemos ir prosperando en nuestra andadura yóguica. Unos descubrimientos nos conducen a otros. Profundizamos en las dimensiones sutiles de nuestra naturaleza. Invertimos en el conocimiento de nosotros mismos. A través de nuestra práctica sembramos hoy las semillas de un mañana en el que la plenitud y la salud puedan ser nuestras señas de identidad. Esculpimos en nuestro carácter ciertas trazas de sabiduría. Y, por supuesto, no somos ajenos al mundo. Los estereotipos yóguicos deben empezar a caerse por su propio peso. No estamos todo el día meditando, sentados en el suelo recitando el mantra om.

¿Qué se pretende conseguir con el yoga?
Mi yoga pretende ser un yoga activo, un yoga que se implique en lo social y que no le de la espalda a la realidad en la que vivimos. Aunque creo que esto está aún por inventarse. Todavía no sabemos cómo la difusión de la práctica de nuestra ciencia va a modificar la faz de nuestro mundo y de nuestras costumbres. Aún es pronto. Pero quizá el talante de las personas que lo practican comienza a sobresalir por encima de la media. «Sirve, ama, da, purifica, medita, realízate». Éstas son algunas de las prescripciones de Sivananda, uno de los sabios que difundió el yoga con más brío durante el siglo pasado. Realizarnos, hacer real lo que somos. Ésa es una buena meta que nos podemos imponer. Aquí Oriente y Occidente se dan la mano, porque la llamada psicología transpersonal –una ciencia exclusivamente occidental– también apuesta por eso. Llegar a ser lo que somos. Ésta puede ser la culminación de nuestras aspiraciones yóguicas, una llama y un fuego que quizá nos convenga mantener encendido en algún lugar de nuestro interior, especialmente en estos tiempos de crisis. Si el fuego se mantiene activo, el calor está asegurado.

¿Ha sido el yoga bien acogido en nuestra provincia?
Merecemos tenerlo entre nosotros, merecemos que el yoga llegue a los confines de nuestra provincia. Ahí está su última frontera, el último bastión conquistado por la ciencia de Patanjali (uno de los sabios del yoga). Todos podemos contribuir a ese hecho, porque todos, alumnos y profesores, somos discípulos de Matsyendra, el legendario señor de los peces, de quien procede esta tradición. Él estaría sorprendido del alcance que ha tenido su saber entre nosotros, pero a la vez orgulloso porque hemos sido capaces de poner sobre la mesa y de hacer llegar a todo el mundo las bondades de sus métodos.
De esto da cuenta Los Discípulos del Señor Pez, relato en el que se dibuja y se refleja la trayectoria que podría recorrer cualquier yogui occidental, cualquier persona que se ve empujada a la práctica por un anhelo de conocimiento que no encuentra en ninguna otra parte. Como ya he dicho en muchas ocasiones, hay muchos manuales de yoga, algunos imprescindibles si lo que deseamos es iniciarnos en él con cierto fundamento y con ciertas garantías. Por eso decidí escribir una historia diferente, porque creo que necesitamos que los expertos nos hablen en primera persona y nos cuenten sus experiencias. ¿Cuáles son sus motivos para practicar, sus dificultades, sus miedos, sus dudas, sus descubrimientos? ¿Qué es lo que uno consigue con la práctica? ¿Cómo es la vida de un yogui? En cierto sentido necesitamos bajar a los yoguis del pedestal al que los hemos subido, porque creo que al fin y al cabo no son más que personas comunes y corrientes que empezaron desde donde todos hemos empezado. Por eso el Señor Pez puede ser una buena inspiración para todo el mundo.


Yoga y literatura, una interesante mezcla, ¿no es así?
Sí, me parece interesante que ambas se den la mano. La tradición literaria antigua tiene un peso importante en la cosmovisión hindú. En cambio parece haberlo perdido en tiempos recientes. No se tienen en cuenta estos factores literarios o artísticos en el yoga que se practica hoy. Creo que esto principalmente ocurre porque el yoga no es una ciencia que se lea. El yoga se practica, pero no se lee. Sin embargo, me ha parecido importante rescatar este aspecto. La lectura también puede ser una práctica yóguica y, como toda práctica, también puede contribuir a transformar nuestra mente. Con la buena literatura el enriquecimiento está asegurado. Así pues, ejercicio físico, relajación, respiración, meditación y también lectura. En este caso creo que las aventuras del Señor Pez están bien para empezar.

viernes, 24 de agosto de 2012

El libro en pdf

Ya está aquí. Comprar el libro no puede ser más fácil, ni más barato. La idea es muy simple: a cambio de 3 euros te envío el libro personalmente vía e-mail en menos de 48 horas.

Comprar a través de PayPal es tremendamente fácil y seguro. No hace falta tener una cuenta en Paypal, puedes utilizar una simple tarjeta de crédito. De esta manera el libro podrá llegar a cualquier punto del planeta con un simple click.

En cualquier caso, sigo apostando fuertemente por el libro tradicional, en papel, y por la difusión del mismo localmente. La idea del pdf ha surgido debido a la imposibilidad de llegar a todo el mundo y como una forma de tantear un posible mercado virtual.

La edición en pdf es prácticamente idéntica a la segunda edición en papel. He conservado la portada y la contraportada, y he hecho algunas correcciones y otros cambios sutiles que no afectan a la narración original.

Así pues, espero que os animéis a comprar el libro y que lo disfrutéis también en vuestros soportes digitales.

                                        

viernes, 27 de julio de 2012

Palabras para Los Discípulos


Por fin ya está aquí el nuevo vídeo sobre el libro. Desde aquí quiero daros las gracias a todos los que intervenís en él: Adela Navarro, Almudena Ovejero, Ana Santa Cruz, Ángel Pérez, Carlos Hernández, Elena Escribano, Elva González, Guadalupe Lorenzo, Isabel Garrido, Lola Hernández, Mª José Sánchez Lucas, Mª José Sánchez Pérez, Manuel de la Cruz, Mar Prieto, José Francisco Martínez, Pilar Hernández, Pilar Cifuentes y Sonia Bartol. Como podréis comprobar, he tenido que recortar vuestras intervenciones. Quería, ante todo, emitir un mensaje corto y directo, y que el vídeo no durara más de cuatro minutos.

También quiero daros las gracias a todos los que me habéis ayudado con los subtítulos en inglés, especialmente a Elva. No domino este idioma a la perfección, pero creo que a grandes rasgos la traducción es buena y refleja las palabras originales.

La música de fondo es mía. He querido ser fiel al espíritu artesanal que alienta a todo este trabajo desde el principio. No ha quedado mal a pesar de que estas notas fueron las primeras que salieron del primer piano frente al que me he sentado. Gracias a Carmen Paino por cedérmelo por unos minutos. Resulta un tanto minimalista, hasta zen diría yo.


A pesar de que la calidad de las imágenes no es del todo buena, creo que puede ser una interesante carta de presentación para el libro, por el cual sigo apostando con fuerza. Espero por tanto que, si no lo habéis hecho ya, os animéis a comprarlo y a leerlo. Y dentro de poco será más fácil; pronto estará disponible una versión en pdf que podréis adquirir online.

Mientras tanto, espero que disfrutéis de la música, de las palabras y también de los silencios.

martes, 17 de julio de 2012

¿Puede un yogui de barrio decir algo realmente importante?


Hay algunos centros de yoga que están de moda, que tienen cierto renombre, que son frecuentados por numerosos adeptos, que parecen estar a la última en la ciencia de Patanjali. Hace poco visité uno de ellos, con mi libro debajo del brazo, para dejar allí algunos marcapáginas e información sobre mi pequeño y provinciano animal literario.

Y ciertamente uno puede sentirse muy poca cosa entre tantos panfletos, entre toda la información detallada de cursos, programas, clases, yoga de verano… Cuando les hablé de mi libro dijeron: «Mira que majo», como queriendo añadir: «A pesar de lo poco que sabrá de todo esto, se atreve a escribir un libro y a presentarse con él aquí, ofreciéndonoslo a nosotros poniéndolo delante de nuestras narices».

Aunque tal vez todo son interpretaciones mías. Lo que está claro es que las anotaciones al margen venden poco. Todo el mundo quiere oír hablar de lo magnífico que es el yoga, que lo es, uno se queda obnubilado con las andanzas de tal o cual maestro, nos impresionan las historias de algunos buscadores espirituales que terminaron bebiendo de miles de gurús…

El arquetipo del buscador. Para el curriculum está bien. No abundan tanto los que han terminado encontrando cosas valiosas, y menos aún los que han sabido crearse su propia vida espiritual, sin buscar y sin encontrar. Porque el que uno busque mucho no quiere decir que uno encuentre algo. Aquí, como en muchos otros casos, puede ser que menos sea más.

Y eso es lo que son Los Discípulos, no son ni buscadores ni encontradores. Su espiritualidad está mucho más allá o mucho más acá de todo eso. Sí, hay al menos una cosa que un yogui provinciano puede aportar, algo por cierto que no puede comprarse ni venderse. Y es su propia creatividad espiritual, que desde luego no está reñida con la sabiduría.

El ruido yóguico es abundante. La sabiduría, en cambio y como casi siempre, solamente puede encontrarse entre bastidores. A veces lo verdaderamente transformador nos pasa desapercibido. ¿Y por qué? Probablemente porque sólo se necesitan cosas simples, miradas inocentes y originarias, ojos que puedan descubrir la simplicidad esencial que se esconde detrás de todos los aderezos.

Nuestra atención yóguica necesita ser una atención flotante, una mirada que no sólo se fije en las evidencias de la práctica o en las rutinas preestablecidas, sino también en todo lo que las rodea, en la vida misma, una actitud que es más un centramiento que una concentración. Y eso es una apertura que probablemente nos aleja, sí, de todos los marcos yóguicos tradicionales. Tal vez así podamos encontrarnos con una sabiduría insospechada.